Titulado con las palabras latinas de un hermoso verso de Ovidio, el nuevo poemario de Pere Gimferrer sigue la estela de sus últimas entregas, No en mis días y Las llamas, ambas publicadas en Vandalia, y combina por primera vez en un solo libro los poemas escritos en castellano y otros, cuatro de un total de dieciséis, en catalán, que se ofrecen también en la versión española de Justo Navarro. En su mayor parte breves, los poemas de Tristissima noctis imago, concisos y enigmáticos, de una potencia e intensidad desusadas, se presentan llenos de imágenes y vislumbres que en su radical hermetismo van más allá del lenguaje o se sirven de él para crear una realidad distinta y trascendida. No es necesario acceder o acceder del todo a la multitud de significados ocultos, al sinfín de referencias que pueblan la cabeza del poeta y se materializan en alusiones parciales o elípticas, para dejarse llevar por la belleza y el misterio de su dicción característica, pródiga en hallazgos, juegos sonoros e inefables epifanías. La edición incluye, a modo de epílogo, un ensayo lírico, «Arde el Ser», donde José Luis Rey recorre y celebra la trayectoria de Gimferrer desde sus inicios, con especial detenimiento en los fulgores de su etapa más reciente, que ha sumado en estos años nuevas e ineludibles aportaciones a la gran obra de quien será siempre, como sentenciara Octavio Paz, un poeta joven.
Pere Gimferrer nació en Barcelona el 22 de junio de 1945. De su producción literaria en castellano cabe destacar los libros de poemas Arde el mar (1966), que fue Premio Nacional de Poesía, y La muerte en Beverly Hills (1968) y los volúmenes ensayísticos Lecturas de Octavio Paz (1980), Los raros (1985) y Cine y literatura (última edición, Seix Barral, 2000). Su producción en catalán, iniciada en 1970, comprende entre otros libros en prosa, Dietario, editado en castellano en Seix Barral, la novela Fortuny (Planeta, 1983), Premios Ramon Llull y de la Crítica, y en verso L´espai desert (1977), El vendaval (1988), por el que obtuvo por segunda vez el Premio Nacional de Poesía, y Mascarada (1996). En 1985 fue elegido y tomó posesión de la plaza de número de la Real Academia Española vacante por el fallecimiento de Vicente Aleixandre. En 1998 obtuvo el Premio Nacional de las Letras Españolas por el conjunto de su obra, y en 2000 el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.