Desde que David Valenzuela, un joven ingenuo y poco lumbrera, mató en defensa propia a uno de los hermanos Castro, conocidos narcotraficantes del Triángulo Dorado en la región de Sinaloa, su vida se convierte en una huida llena de oportunos golpes de suerte y en la que se cruzará con los más variopintos personajes que, sin él pretenderlo, le involucrarán en situaciones tanto trágicas como cómicas. Así, en Culiacán, primera estación de su peregrinaje, entrará en contacto con la guerrilla a través de su primo el Chato; será testigo del oscuro proceder de la policía judicial; viajará con el equipo de béisbol que entrena su tío a Los Ángeles, donde a punto están de ficharlo los Dodgers y donde se enamora de Janis Joplin tras un inaudito encuentro; y afianzará su amistad con el Cholo, un humilde pero ambicioso narquillo? A partir de entonces ya no será dueño de su vida, y, obsesionado por volver a ver a «la Janis», tendrá que sortear todo tipo de obstáculos.
Élmer
Mendoza, nacido en Culiacán (México) en 1949, es catedrático en la Universidad
Autónoma de Sinaloa. Como formador de novelistas coordina siete grupos de otras
tantas ciudades del país. De 1978 a 1995 publicó cinco volúmenes de cuentos y
dos de crónicas, y en 199X, su primera novela, Un asesino solitario, que
de inmediato lo situó, a juicio del crítico mexicano Federico Campbell, como
«el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del
narcotráfico en nuestro país». Con El amante de Janis Joplin obtuvo el
XVII Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares y con Efecto Tequila quedó
finalista, en 2005, del Premio Dashiell Hammett. En 2006 apareció su cuarta
novela Cóbraselo caro. Arturo Pérez-Reverte dice de él que «es mi amigo
y mi maestro. La Reina del Sur nació de las cantinas, del narcocorrido y
de sus novelas». Balas de plata, merecedora por unanimidad del III Premio Tusquets Editores de Novela,
lo consagra como escritor de
primerísima fila en el panorama de la novela hispánica. El jurado
valoró en ella «la rabiosa modernidad en el uso del lenguaje, en la estructura
narrativa hermanada con los últimos lenguajes televisivos, y en el ritmo
endiablado que, como la mejor novela clásica, no da tregua al lector hasta su
desenlace».