Hundido por el abandono de la mujer a la que ha amado, y necesitado de psicoanalista, al agente Edgar «el Zurdo» Mendieta se le acumula el trabajo en cuanto se hace cargo del asesinato de Bruno Canizales, un prestigioso abogado con doble vida, hijo del ex ministro de Agricultura, al que encuentran con la cabeza perforada por una bala de plata. El teléfono del Zurdo no deja de sonar con las llamadas de su superior, que va anunciándole la aparición de nuevos cadáveres en tan sólo un par de días. ¿Quién hay detrás de todo ello? ¿Los narcos?, ¿los políticos alborotados ante las elecciones que se acercan?, ¿los miembros de la dudosa Pequeña Fraternidad Universal a la que pertenecía Canizales? La investigación, que no sin humor y adrenalina recorre antros y mansiones, y mezcla reporteros y bellísimas lesbianas, destapa un intrincado ovillo de perversos intereses, en el que el único realmente empeñado en ir hasta el fondo y, para variar, hacer justicia, es «el Zurdo» Mendieta. Tal vez porque ya no le queda nada que perder.
Élmer
Mendoza, nacido en Culiacán (México) en 1949, es catedrático en la Universidad
Autónoma de Sinaloa. Como formador de novelistas coordina siete grupos de otras
tantas ciudades del país. De 1978 a 1995 publicó cinco volúmenes de cuentos y
dos de crónicas, y en 199X, su primera novela, Un asesino solitario, que
de inmediato lo situó, a juicio del crítico mexicano Federico Campbell, como
«el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del
narcotráfico en nuestro país». Con El amante de Janis Joplin obtuvo el
XVII Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares y con Efecto Tequila quedó
finalista, en 2005, del Premio Dashiell Hammett. En 2006 apareció su cuarta
novela Cóbraselo caro. Arturo Pérez-Reverte dice de él que «es mi amigo
y mi maestro. La Reina del Sur nació de las cantinas, del narcocorrido y
de sus novelas». Balas de plata, merecedora por unanimidad del III Premio Tusquets Editores de Novela,
lo consagra como escritor de
primerísima fila en el panorama de la novela hispánica. El jurado
valoró en ella «la rabiosa modernidad en el uso del lenguaje, en la estructura
narrativa hermanada con los últimos lenguajes televisivos, y en el ritmo
endiablado que, como la mejor novela clásica, no da tregua al lector hasta su
desenlace».