AKUTAGAWA, RYUNOSUKE
Las tres obras de Ryunosuke Akutagawa presentadas en este libro se cuentan entre los experimentos más significativos de la ficción japonesa. Ellas combinan las técnicas de la novela corta, el diario y los impresionistas poemas en prosa. En El biombo del infierno, un artista de la corte en el Japón feudal vende su alma a las huestes infernales, al costo de la vida de su hija y de la suya propia. Los engranajes, diario concluido el mismo día en que Akutagawa se suicidó, muestra la lucha del artista contra el miedo a enloquecer. Fantasía y realidad se funden en la imaginación del autor, descontrolada y asolada por figuras obsesivas similares a las ruedas de engranajes. Vida de un loco contiene anotaciones poéticas exquisitamente compuestas acerca de hechos de la vida cotidiana. las ansiedades diarias emergen de forma distorsionada, mezcladas con elementos ficcionales, referencias a autores y libros amados, reflexiones morales y filosóficas, parábolas y metáforas. Este volumen que se abre con un prólogo de Luis Chitarroniestá integrado, además, por la Carta a un viejo amigo, que Akutagawa escribió como despedida antes de quitarse la vida. A modo de epílogo, se incluye un texto de Jorge Luis Borges que lo describió así: La extravagancia y el horror están en sus páginas, pero no en el estilo, que siempre es límpido.
(1892-1927) nació en Tokio en el seno de una familia burguesa. Ingresó en la prestigiosa Universidad Imperial de Tokio y comenzó a publicar con éxito sus primeros relatos: «Rashomon» (1915) y «La nariz» (1916). En 1918 abandonó su trabajo para dedicarse en exclusiva a la literatura gracias a un contrato con el diario Osaka Mainichi. Tras un viaje a China como corresponsal en 1921, su salud, ya de por sí delicada, empeoró notablemente: insomnio, neurastenia, alucinaciones y un miedo cerval a la locura no le impidieron crear las que muchos consideran sus obras maestras: «Engranajes», «Kappa» o «Vida de un idiota». El 24 de julio de 1927, a los 35 años de edad, Akutagawa puso fin a la «vaga angustia confusa» que lo consumía ingiriendo una dosis letal de Veronal.