Entre mediados del siglo xvi y comienzos del siglo xvii el cristianismo hace sus primeras incursiones en Japón, de la mano de comerciantes portugueses y españoles. Muchos años después, aquella época un tanto sombría será fuente de inspiración para Ryunosuke Akutagawa, un escritor interesado en la historia de su país y con una sensibilidad especial para lo insólito, quien no tardó en hallar motivos sorprendentes e incluso escabrosos en las leyendas que se generaron alrededor de aquella extraña religión venida de ultramar. Leyendas convertidas en narraciones magistrales, que dan fe nunca mejor dicho de la curiosidad hecha milagro literario, del interés cultural alimentado quizás por la obsesión, y de la persistencia de una pregunta: ¿por qué, tras ingerir una sobredosis de barbital a los 35 años, Ryunosuke Akutagawa se durmió para siempre abrazado a una Biblia?
(1892-1927) nació en Tokio en el seno de una familia burguesa. Ingresó en la prestigiosa Universidad Imperial de Tokio y comenzó a publicar con éxito sus primeros relatos: «Rashomon» (1915) y «La nariz» (1916). En 1918 abandonó su trabajo para dedicarse en exclusiva a la literatura gracias a un contrato con el diario Osaka Mainichi. Tras un viaje a China como corresponsal en 1921, su salud, ya de por sí delicada, empeoró notablemente: insomnio, neurastenia, alucinaciones y un miedo cerval a la locura no le impidieron crear las que muchos consideran sus obras maestras: «Engranajes», «Kappa» o «Vida de un idiota». El 24 de julio de 1927, a los 35 años de edad, Akutagawa puso fin a la «vaga angustia confusa» que lo consumía ingiriendo una dosis letal de Veronal.