Lo primero que salta a la vista de la poesía de Botas, sobre todo a partir de su segundo libro, es el coloquialismo. Lo reivindicó en "El poema" a la vez que le guiñaba, con unas gotas de su inconfundible coña beatífica, al mismísimo Juan Ramón: "No le toques ya más, / que así es la prosa". Claro que lo único que tienen de prosa sus poemas son los prosaísmos, que nos ofrecen ese producto artístico sofisticadísimo: un lenguaje natural y una voz auténtica. Lo que le permite hablarnos sin pudores, obsesivamente, de los grandes temas de la poesía universal, como la muerte y el amor, que son los que importan a Botas. Si la sangre no llega al río en ninguno de ellos, aunque ambos los encara con notas auténticamente oscuras, se debe más que nada a una fe de carbonero en la poesía y en su capacidad para perdurar y para transfigurarlo todo en música: "Yo sé que mis palabras te parecen /cosas sin importancia; te equivocas", nos advierte . El inolvidable humor de Víctor Botas se basa en muy buena medida en la alegría de saberse a salvo, salvado por la poesía.
Víctor Botas (1945-1994) fue, además de novelista y abogado, uno de los grandes poetas de su generación. Fue autor de una extensa producción, que se desarrolló en menos de veinte años. En ella se cuentan novelas como Rosa rosae (Renacimiento, 2015), un satírico roman à clef de ambientación romana. La parte más conocida de su obra es su poesía, caracterizada por su empleo del lenguaje cotidiano, su retranca asturiana y su reutilización de voces, moldes y máscaras de origen latino.