EDUARDO MENDICUTTI
Esta novela cuenta la relación entre un joven concejal de un pueblo gaditano, brillante, combativo y vitalista, y un maduro escritor, aparentemente sereno y con tan pocas ilusiones como prejuicios, que vive en Madrid. Una relación que surge entre encuentros y desencuentros ocasionales, pero que crece y se complica a través de mensajes, correos electrónicos, cartas y whatsapps, que los dos amantes se escriben compulsivamente para estar seguros de sus sentimientos. Así, la historia de seducción, que empieza como un juego atrevido y disparatado que sortea con humor cualquier inconveniente, acaba convirtiéndose en una desgarrada historia de amor que dará su verdadera medida en cuanto aparezca no sólo un novio anterior sino también un inesperado compromiso matrimonial. De la alegre despreocupación y los hilarantes enredos iniciales, se pasa a los vínculos profundos, la pasión dolorosa, que sobresale en medio de la maledicencia y las trampas de los envidiosos. Y que obliga a uno de los amantes a tener que elegir entre la vida conyugal, familiar y segura, y la pasión clandestina y adúltera.
Eduardo Mendicutti nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en 1948. En 1972 se trasladó a Madrid, donde vive desde entonces. Sus obras, publicadas con gran éxito de crítica y público, y merecedoras de premios como el Café Gijón y el Sésamo, han sido traducidas a numerosos idiomas. A las tituladas Siete contra Georgia, Una mala noche la tiene cualquiera, Tiempos mejores y Última conversación les siguieron El palomo cojo y Los novios búlgaros, que inspiraron sendas películas homónimas dirigidas por Jaime de Armiñán y Eloy de la Iglesia. Asimismo, ha publicado el libro de relatos Fuego de marzo y las novelas Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy, El beso del cosaco, El ángel descuidado (Premio Andalucía de la Crítica 2002), California y Ganas de hablar. Divertida y entrañable como El palomo cojo, emocionante como California, y a la vez un homenaje al cine clásico de Hollywood, la novela Mae West y yo derrocha tanta vitalidad como la verdadera Mae West y demuestra, entre burlas y veras, que el humor es el mejor antídoto contra la adversidad.