En España viven más de 600.000 gitanos. Son ciudadanos que durante siglos han mantenido unas costumbres y tradiciones que constituyen su principal seña de identidad. Ellos quieren seguir siendo gitanos porque su cultura no afecta al orden público ni va en detrimento de la aceptación sin reservas que hacen del espíritu y la letra de la Constitución Española. Pero los Tribunales de justicia han venido dando la razón, hasta ahora, a la Seguridad Social que niega a las gitanas la pensión de viudedad porque el matrimonio gitano no encuentra acomodo en el Código Civil. A pesar de que el cabeza de familia hubiera cotizado durante más de treinta años, tuviera siete hijos reconocidos y todos sus papeles en regla, incluido el Libro de Familia. ¿Por qué razón, pues, no hemos de instar a los poderes públicos para que inicien el procedimiento adecuado para lograr el reconocimiento pleno del matrimonio gitano? El autor dice que ni el ordenamiento jurídico es inamovible, ni las leyes tienen por qué ser eternas. Sobre todo cuando las leyes son injustas, o las normas son ineficaces. Entonces es mejor cambiarlas . En este libro se entremezclan dos líneas de investigación absolutamente diferenciadas: la jurídica y la antropológica. De tal manera que cuando aquí se habla de MATRIMONIO se hace sobretodo, desde la óptica del Derecho. Y cuando se habla de BODA se refiere al rito del matrimonio gitano, es decir, a la ceremonia del pañuelo que exalta el valor gitano de la virginidad tal como lo han venido haciendo los gitanos de todas las épocas. Dice el autor que el respeto a la identidad cultural del pueblo gitano se debe traducir en algo más que un simple reconocimiento teórico. Porque el valor de la dignidad humana que consagra y defiende nuestra Constitución no trata al individuo como a alguien ajeno a la comunidad en la que vive inmerso, sino que adquiere su propio sentido jurídico precisamente en la consideración comunitaria de la persona. Reconocer el matrimonio gitano, darle la eficacia y el reconocimiento jurídico que reclaman y aceptar la forma ritual de la boda gitana sería una magnífica forma de convertir en realidad el respeto a la identidad cultural gitana, en la medida en que tal respeto resulta exigido por la tutela de la dignidad humana.