Nos hallamos ante un texto imprescindible, precursor y germen de toda una tradición literaria, un ensayo contundente y claro, en el que se desvelan los secretos creativos y vitales de la llamada «literatura maldita». En Los poetas malditos, Paul Verlaine despliega una preciosa y lúcida prosa, salpimentándola con erudición y creatividad, para ofrecernos las semblanzas de seis grandísimos poetas que se alejan, por su heterodoxia, del canon literario. Libro fundamental para comprender la atracción que determinadas literaturas y escritores suscitan en la crítica y en los lectores, y que se sustenta en refinados análisis de la vida y la obra de unos personajes tan relevantes como Tristan Corbière, Mallarmé o Arthur Rimbaud, dueños todos ellos de una obra singular y única, y de una existencia apasionante, magnética y revolucionaria. Un extraordinario volumen que, con singular maestría, nos provee de las herramientas necesarias para entender a estos insólitos poetas, y, al mismo tiempo, nos permite vislumbrar los senderos recónditos por los que transita, y ha transitado, la literatura universal, y que nos llevan,
Nacido en Metz (Francia) el 30 de marzo de 1844, se desvió prontamente de la correcta senda que le hubiera correspondido como vástago de una familia de la pequeña burguesía francesa, abrazando una turbulenta vida de hombre de letras, sin vocación para otro menester. Durante algunos años compaginó su trabajo como escribiente en el ayuntamiento de París con la vida literaria, frecuentando cafés y tertulias donde se codeó con otros escritores. Su primera obra, Poemas saturnianos, sería publicada en 1866, mostrando la impronta que la poesía de Baudelaire le había causado. Años después contraería matrimonio con Mathilde Mauté, a quien abandonó al llegar a su vida el poeta Arthur Rimbaud, con el que vivió un romance que llevaría a Verlaine a prisión en 1873. En esta etapa de madurez publicaría Romanzas sin palabras (1874), poemario al que seguirán obras tan memorables como Los poetas malditos (1884). Como representante del decadentismo, murió en 1896 a causa de una sobredosis, marcando su poesía el fin de un siglo; dos años antes había sido elegido «Príncipe de los poetas».