CONRAD, JOSEPH / BARRENETXEA, IBAN (Ilustración)
Los duelistas (1908) es una de las obras capitales de Joseph Conrad, la historia de una interminable contienda entre dos oficiales de la Grande Armée, enzarzados en una insensata guerra privada, en el marco de las guerras napoleónicas. Cuenta la rivalidad entre dos oficiales napoleónicos durante más de una década, originada en un incidente banal que actúa como mero pretexto para el odio irracional y enquistado entre los dos hombres, opuestos en todo (carácter, origen social y geográfico, incluso físico) y que no paran de desafiarse a duelos de honor en cuanto tienen oportunidad. La templanza de uno, más acomodaticio, apegado ante todo a la institución militar, contrasta con la exaltación del otro, impulsivo, herido por el resentimiento y férreo defensor de la causa bonapartista. Considerada una de sus mejores obras, Conrad, con su característica agudeza, se sumerge en la insensatez que hay tanto tras un duelo como tras una guerra, en especial en las napoleónicas: un gran duelo en el que Napoleón se bate contra toda Europa, finalmente, ya más allá de cualquier razón lógica, por puro orgullo. Una gran novela
Joseph Conrad (Józef Teodor Konrad Korzeniowski, 1857-1924) De origen polaco, perdió a sus padres cuando era niño y con sólo 17 años se embarcó por primera vez en Francia para iniciar su aprendizaje en la marina mercante. En 1886 obtuvo la nacionalidad británica y, ocho años después, abandonó la marina para dedicarse en exclusiva a la literatura. Pronto se convirtió en uno de los escritores fundamentales de la literatura inglesa, con grandes éxitos como El negro del Narcissus, El corazón de las tinieblas, Lord Jim, Tifón, El agente secreto, Victoria y Entre la tierra y el mar (Belacqva, 2006), entre otros. Cuando murió, había tenido tiempo de contrabandear armas para los revolucionarios carlistas en España, de viajar desde el archipiélago malayo hasta la costa caribe de Colombia, de tener dos hijos y escribir más de veinte libros, de ser admirado por Henry James y por André Gide, de negarse a recibir los máximos honores de la Corona Británica y de cambiar para siempre el arte de la novela.