CHRAIBI DRIS
«Había que saber contentarse con su reducido espacio y unas cuantas bocanadas alquiladas de aire, roncar si los demás llevaban ya un, buen rato roncando e incluso ` entonces roncar como ellos, a su medida y según su inten sidad. Si las pulgas y los chinches picaban, no había que . rascarse, porque una simple rascadura dislocaba todo el castillo de naipes. y además, era una pérdida de tiempo y de energía intentar matar esos parásitos, que, con las `cucarachas y las polillas, eran abundantes, tenaces y activos. ¡Ah, sí!, había una bombilla eléctrica colgada del techo, provista de una rejilla antirrobo y que el Patrón apagaba a discreción, según su humor. desde su guarida en lo alto. Cualquier otra luz estaba prohibida: No por el Patrón, que no ponía nunca los pies en el sótano sino por los norteafricanos: no les gustaba verse, ver su miseria, todo lo más soportaban la bombilla, sin brillo, sucia y miserable como ellos».