LÓPEZ MEDEL, JESÚS
Al final de la sangrienta Segunda Guerra Mundial nació el compromiso de que la búsqueda de la Paz, la Justicia y la Libertad tuviera un instrumento básico, la Educación. Así se proclamó por las Naciones Unidas en 1948, y así la mayor parte de las Constituciones lo han venido entendiendo. La ideologización de la Escuela resulta un elemento negativo, singularmente para los pueblos que quieren erigirse en Estados de Derecho. Y que aspiran a una educación de calidad. La Iglesia Católica en el Concilio Vaticano II se puso en cabeza ante esa manera de entender la enseñanza como libertad civil sin privilegios. Sobre la base de una libertad religiosa, y de los padres como sujetos activos y responsables de la educación de los hijos. Ellos son los que traen los hijos al mundo y no el Estado. En los actuales momentos de la humanidad, pese a experiencias «autogestoras» y «comprensivas», los agentes sociales han de tener un papel. Especialmente en el área de la Enseñanza de la Religión como dimensión natural del hombre y de la educación misma. Concebida como ejercicio de una libertad, y exigida como Derecho y opción de los padres. El vaciamiento moral en la sociedad y en las personas, no se puede cubrir con fundamentalismos sean religiosos o laicos, y que hoy 2004 pueden poner en peligro a la sociedad misma. Llevamos nosotros muchos años insistiendo en el hecho religioso como hecho natural. El mensaje y la respuesta las hemos encontrado siempre en su Santidad el Papa Juan Pablo II, a quien dedicamos estas páginas en sus «dos primeras navegaciones educativas» y que ahora convergen en Libertad y derecho a la enseñanza de la religión. Ahí está nuestro estímulo. Como trabajador intelectual y como cristiano. Como jurista y como educador. Y aun como padre y sobre todo como abuelo de veintiún nietos, de momento. A los que deseo un futuro comprometido y feliz
