PONS PRADES, EDUARDO
Las líneas maestras las constituyen los ejes de marcha de las dos columnas facciosas que, partiendo de Sevilla y de Pamplona, convergían hacia Madrid. La primera la mandaba el coronel Yagüe y la segunda el coronel García Escámez. Ambas columnas dejarían, a su paso, una interminable estela de sangre, a consecuencia de la masiva represión. Desencadenada, sobre el elemento civil tenido por noadictos. Fue un genuino genocidio de raíz social. Navarra sería el más elocuente ejemplo de que la guerra de clases provocó matanzas increibles. Como lo fue, al sur del país, la matanza de unos cuatro mil prisioneros de guerra republicanos en Badajoz. Por otra parte, la presencia de dichas columnas estimularía a las bandas de matones locales al asesinato, al saqueo y a las violaciones, precedidas a menudo de humillaciones y de ultrajes de todo tipo. Sin olvidar, la vergonzosa exterminación de menores de edad. Muchas veces con la aprobación, o indiferencia, de los curas párrocos. Así, miles de republicanos de todas las edades, sexo y condición social, en su mayoría de condición humilde, irían apareciendo por las cunetas, al pie de los cementerios o amontonados, como vulgares desechos, en las zanjas y fosas comunes. De las que hasta la fecha fines de año 2005 ya se han localizado cerca de un millar, en las mil esquinas de la piel de toro.