ALDAI, KOLDO
La historia ya no puede seguir siendo exclusivamente observada desde la perspectiva materialista. Una nueva conciencia humana trascendente demandaba otra visión de nuestro recorrido humano desde tiempos ancestrales. Hasta el presente la historia no había sido vista en su totalidad desde la perspectiva de la conciencia y observada con una mirada espiritual. El valor de esta obra radica en su originalidad porque representa una interpretación absolutamente novedosa de nuestra historia colectiva. Hacía falta en medio de tantas profecías de catástrofe. Hace bien al mundo, ayuda a la humanidad a verse en su pasado, a reconocerse en el presente y sobre todo a vislumbrar su excelso futuro. Había que mirar hacia atrás desde otro ángulo, con una mirada acorde a la conciencia que vamos poco a poco desplegando. Había que observar la historia como un recorrido de almas en busca de su despertar.
Nací junto al mar, pero vivo en el bosque, al borde del encinar de las bellotas dulces (arte-goxo). Aún corro cuando las olas me llaman, pero ya no he de acariciar todas las tardes la barandilla de la Kontxa. Enraizó mi musgo, pero sonrío al viento cuando me trae gotas de agua salada. Al callar las hojas, escucho el susurro de la cascada del Urederra. Me recuerda que todo pasa, que nuestro Nacedero interior puede comenzar a brotar agua pura en cada instante. Las encinas abrazan con sus ramas mi casa de madera. Al igual que ellas, intento también llover frutos dulces sobre la tierra. La Creación me ha dado de todo y es obligada la correspondencia. De vez en cuando bajo al mundo y junto con mis herman@s conspiro por la Aurora. Me siento junto a la ventana e intento difundir confianza una y otra vez renovada. Me pongo a la pantalla y trato de anunciar buena nueva, la noticia siempre ilusionada de que la Vida en la carne, en la materia es una maravillosa aventura y que es preciso apurarla creciendo, amando y entregando.