Franca Jarach desapareció a los dieciocho años en Buenos Aires y se convirtió en una de los miles de desaparecidos de la dictadura militar argentina. ¿Quién era ella y qué le pasó?
Cuando fue secuestrada el 25 de junio de 1976, Franca vivía una vida apacible con sus padres, Vera y Giorgio, judíos italianos refugiados tras las leyes raciales. Era una estudiante brillante, hija única de una familia culta, escribía poesía, tocaba música y pintaba. Trabajaba como diseñadora gráfica, quería ser profesora y estaba involucrada en política. Pero participar en política en la América Latina del Plan Cóndor podía significar una sentencia de muerte. Bastaba con un libro, una canción o un susurro bajo tortura, la oposición era perseguida y eliminada sistemáticamente sin dejar ni rastro. Y ese fue el destino de Franca, una historia más de los 30.000 desaparecidos tras el golpe militar de Argentina de 1976.
Carlo Greppi reconstruye meticulosamente la corta vida de Franca a través de fotografías, documentos, cartas y entrevistas. Y también nos cuenta la historia de Vera: una madre valiente que convirtió su búsqueda de la verdad en una lucha colectiva junto con las Madres de Plaza de Mayo que reclamaban justicia para todos los desaparecidos. Después de siete años de investigaciones, pistas falsas, llamadas de chantaje y apelaciones, un primer atisbo de verdad la llevaría, con los años, a juntar todas las piezas para descubrir qué le pasó a su hija Franca.
Lorenzo Perrone, que así se llamaba, es la pieza del puzzle de la biografía de Primo que nos faltaba por conocer: un albañil piamontés que vivía frente a la valla de Auschwitz III-Monowitz. Un hombre pobre, casi analfabeto que durante seis meses llevó a Levi un plato de sopa cada día para ayudarle a compensar su desnutrición en el Lager. Y no se limitó a ayudarle en sus necesidades más concretas: fue mucho más allá, arriesgando incluso su vida para permitirle comunicarse con su familia. Cuidó de su joven amigo como sólo un padre podría haberlo hecho. La suya fue una amistad extraordinaria que, nacida en el infierno, sobrevivió a la guerra y continuó en Italia hasta la agónica muerte de Lorenzo en 1952, doblegado por el alcohol y la tuberculosis. Primo nunca le olvidó: hablaba a menudo de él y puso a sus hijos nombres en recuerdo de su amigo.