BECERRA PARRA, MANUEL
La Serranía de Ronda, situada en un lugar privilegiado, a caballo entre dos continentes y dos mares, y marcada por una cruenta historia geológica y biológica, constituye uno de los enclaves de mayor biodiversidad vegetal del Mediterráneo Occidental. Varios factores son responsables de ello: La complejidad de los materiales geológicos que afloran en la Serranía, que abarca rocas formadas a lo largo de un amplio periodo de tiempo comprendido entre el Paleozoico y el Cuaternario reciente, y de naturaleza muy diversa (rocas ígneas, metamórficas y sedimentarias), permite la existencia de vegetales adaptados a los diferentes tipos de suelos desarrollados sobre estas rocas. Éste es un factor que, como ya veremos, será responsable de la existencia de algunos endemismos rondenses, como es el caso de las comunidades serpentinícolas, propias de las rocas peridotíticas, o de las magnesícolas que crecen sobre las dolomías y mármoles cristalinos. Su situación en la zona de confluencia entre el mar Mediterráneo y el océano Atlántico provoca que esta región presente un clima mediterráneo con una fuerte influencia atlántica, responsable de que la zona más occidental sea uno de los lugares de la Península Ibérica con mayores precipitaciones, alcanzándose valores muy próximos a los registrados en el vecino Macizo de Grazalema. Esto permite que se desarrollen algunas especies mesófilas como el quejigo, el castaño, el roble melojo o el pinsapo. Por otro lado, los vientos húmedos de levante, formadores de espesas nieblas cargadas de humedad y procedentes del cercano mar Mediterráneo, posibilitan a su vez la presencia en los profundos barrancos de su extremo suroccidental de una vegetación de carácter subtropical, la laurisilva.