Las Elegías Romanas constituyen uno de los momentos más brillantes de la poesía de Goethe. Por su métrica, objeto y finalidad Elegías Romanas representan una de las cimas del llamado «clasicismo de Weimar y, en consecuencia, son también una muestra de rechazo a la sensibilidad romántica. Goethe quiere una poesía natural, que cante y diga la naturaleza en su inmediatez perceptual: quiere ver la naturaleza como sexo y paisaje. Pero las Elegías Romanas no son la escritura de una Roma en la que la naturaleza era amor y el amor naturaleza, sino la coagulación literaria de un recuerdo que con el tiempo se transforma en realidad. Si Schiller encuentra en el mundo clásico un momento de aproximación entre arte y moral y, en consecuencia, la afirmación del espíritu, Goethe entiende que Roma le ha enseñado a separar una de otra a modo de condición inexcusable para la afirmación incondicionada de la sensorialidad y la materialidad de la naturaleza externa, pero que tal afirmación se lleve a cabo con un gesto vital y poético de rechazo al romanticismo no hace sino poner de manifiesto la pervivencia de los fantasmas románticos, al igual que el deseo de anular la distancia temporal entre cl presente y la antigüedad clásica lleva consigo, implícita o explícitamente, reconocerla v admitir que en, aquellos felices tiempos sucedía «algo», ficticia o realmente, que se ha perdido y que no debería haberse olvidado
JOHANN WOLFGANG GOETHE (1749-1832) fue un hombre de saber enciclopédico, que con su vasta obra, que abarca desde poesía hasta tratados científicos, rompió con la encorsetada tradición de la Ilustración y abrió las puertas al movimiento romántico. Tras pasar su infancia y adolescencia en Fráncfort del Meno arropado por una familia de cierto estatus social y político, se trasladó primero a Leipzig y luego a Estrasburgo para estudiar Derecho. Durante su etapa universitaria, Goethe empezó a escribir. Se inició con la poesía, pero no se limitó a ella, también hizo incursiones en el ensayo y en el teatro (Götz von Berlichingen, 1771), y colaboró con una revista de su ciudad natal. En 1774, en apenas un mes, escribió Las penas del joven Werther. . Al año siguiente de su Werther el duque Carlos Augusto de Sajonia le invitó a que se estableciera en la corte de Weimar, donde ejerció diversos cargos a lo largo de su vida. Goethe fijó su residencia definitiva en Weimar, aunque realizó constantes viajes, el más largo de ellos el de dos años (1786-1788) que le llevó a diferentes ciudades italianas y durante el cual escribió los dramas Ifigenia en Táuride, Egmont y buena parte de Torquato Tasso. También durante su larga estancia en Italia empezaría a trabajar en su Fausto, obra cumbre de la literatura universal, cuya gestación se prolongaría prácticamente hasta el final de su vida (la primera parte vio la luz en 1806 y la segunda en 1831, un año antes de su muerte). Entre sus obras posteriores destacaron sobre todo sus novelas Años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796), Germán y Dorotea (1798), Las afinidades electivas (1809) y Años de peregrinaje de Wilhelm Meister (1821