P. IGNACIO MARIA DOÑORO DE LOS RIOS
Ignacio significa «hombre que nació del fuego»; Ignacio María quiere decir
«nacido del fuego de María». La Virgen María es la que dirige toda la historia
de amor del Hogar Nazaret, que nació en el mismo Corazón de Jesús, quien
está reclamando una humanidad nueva y proclamando que los más
pequeños y los más destrozados son sus preferidos. Fue Jesús quien dijo que
son bienaventurados los que lloran, los que sufren, los que tienen hambre y
sed de justicia
«Por eso», dice el padre Doñoro, «que los pobres se dejen cuidar, servir y
amar no solamente merece todo nuestro respeto, sino además un inmenso
agradecimiento, porque los pobres nos llevan al cielo. A ellos hemos de
acercarnos casi de rodillas, con sumo cuidado, casi con veneración,
agradeciéndoles que se despojen de lo poco que tienen, que es el dolor, para
revestirse de la verdad».
Quien levanta una obra como el Hogar Nazaret en pleno Amazonas no
puede ser esclavo del miedo, sí del amor. Un amor que no se detiene ante
nada y ante nadie más que Dios, que por amor ha querido hacerse
insignificante y no solo acostarse en un pesebre maloliente, sino dejarse
tumbar en una cruz y volverse tan pequeño que hasta podemos metérnoslo
en la boca y comérnoslo. Sí, hablamos de Jesús, que multiplicó los panes y los
peces, el mismo que transformó el agua en vino, el mismo que curó los ojos
de los ciegos y las llagas de los leprosos.
A día de hoy, ese mismo Jesús sigue curando y su cuidado se hace
especialmente patente en los niños que llegan cargando con su cruz al Hogar
Nazaret, donde Él les está esperando con los brazos abiertos para
devolverles lo que era suyo y que nadie debió haberles quitado jamás: la
alegría de vivir.
Licenciado en Estudios Eclesiásticos y en Teología Dogmática, fue ordenado presbítero en 1989. Siete años
más tarde ingresó en el Servicio de Asistencia Religiosa de las Fuerzas Armadas como capellán, donde también
participó en misiones especiales de ayuda humanitaria internacional en Bosnia y Kosovo.
En julio de 2001 fue destinado como capellán a la Comandancia de la Guardia Civil de Inchaurrondo, donde
permaneció durante varios años. Tras haber fundado una ONG para salvar a niños en riesgo de extrema
pobreza, abrió casas de rescate en Tánger, Mozambique, Colombia, El Salvador y otros países, hasta que en 2011
decidió pedir la excedencia para irse con los más pobres de los pobres. Desde hace unos años vive en la selva del
Amazonas, en Perú, donde sigue rescatando de situaciones límite a niños y adolescentes.