El último mapa en el que apareció Costatriste lo guarda Joseph, el farero. Por eso, la única manera de llegar hasta allí es perderse. Desde que desapareció de los mapas, Costatriste es como un buque fantasma, habitado por personajes de novelas de aventuras, por el eco de una mina de cobre hundida, por el resoplar de las ballenas, por barcos que se convierten en isla y desamores que dejan huellas imborrables en la arena. Nadie llega a Costatriste para quedarse. Sólo Samuel, el tabernero, después de naufragar en los Acantilados voraces. Barcos provenientes de los siete mares se acercan a puerto para hacerle entrega de misteriosos paquetes. Sea lo que sea que Samuel espera, nunca llega. Hasta entonces, su ataúd seguirá esperando paciente en El chorro de la ballena. Nadie se va de Costatriste. Sólo Lucila planea su partida cada día en la Roca de descubrir ballenas. Huir de los odiosos conjuros de Herminia, la bruja, y de las persecuciones sigilosas de su ayudante Benito, el jorobado. Comprobar si son ciertas las historias que cuenta Samuel sobre corazones tenebrosos en mitad de África o piratas que abandonan a los traidores en islas sin tesoro alguno. Pero, ¿cómo escapar de un lugar que no aparece en los mapas?