CYRULNIK, BORIS
Lejos de esquematizar, reducir o escindir a los seres humanos con engañosas explicaciones dualistas, conductistas o materialistas, la nueva etología humana nos desvela la sorprendente y extraordinaria complejidad y plasticidad de nuestro desarrollo y comportamiento. No se trata en absoluto de extrapolar el comportamiento animal al del ser humano y, por tanto, humanizar al animal para animalizar mejor al hombre, sino de identificar, en el punto de mayor semejanza, aquellas diferencias que hacen del ser humano una especie distinta a las demás: entre ellas, la adquisición del habla, un instrumento maravilloso que nos da un nuevo grado de libertad con respecto a las restricciones inmediatas impuestas por el mundo exterior. Asimismo, en coordinación con las prácticas de la clinica psiquiátrica, la etología humana ha posibilitado importantes avances terapéuticos en algunas de las afecciones más graves que impiden a los pequeños humanos el acceso a la aventura de la palabra: ha hecho comprensibles los retrasos en el desarrollo del habla provocados por carencias afectivas precoces en niños abandonados y aislados, ha investigado el uso de signos por parte de seres humanos sin habla (los afásicos, los autistas y los niños salvajes), ha permitido comprender la estructura del tiempo en los ancianos y el mal de Alzheimer. También ha permitido ayudar a los miles de niños inexistentes fruto de incestos consumados, liberándolos de su dramática reclusión en el silencio de la vergüenza, trastocando en definitiva muchos tópicos y certezas y desmontando antiguos prejuicios sobre el ser humano y las demás especies animales que pueblan nuestro mundo.
Boris Cyrulnik. Nacido en Burdeos en 1937 en una familia judía, sufrió la muerte de sus padres en un campo de concentración nazi del que él logró huir cuando sólo tenía 6 años. Tras la guerra, deambuló por centros de acogida hasta acabar en una granja de la Beneficencia. Por suerte, unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado.
No es ni mucho menos gratuito que el Dr. Cyrulnik haya indagado tan a fondo en el trauma infantil: con siete años vio cómo toda su familia, emigrantes judíos de origen ruso, eran deportados a campos de concentración de los que nunca regresaron. "No es fácil para un niño saber que le han condenado a muerte". Era el típico caso perdido, un "patito feo" condenado a llegar a la edad adulta convertido en un maltratador, un delincuente o un tarado.
Boris Cyrulnik se transformó en un neuropsiquiatra, psicoanalista y estudioso de la etología, siendo uno de los fundadores de la etología humana.