DE UNAMUNO, MIGUEL
«Es cierto que el problema de la eternidad nos sitúa, como bien vislumbró Kierkegaard, ante un terrible dilema. Es terrible, angustioso, aterrador pensar que cada conciencia humana vuelva a la nada de la cual ha nacido, que nuestra estirpe humana y nuestro mundo entero se conviertan un día en polvo cósmico y todos nuestros esfuerzos se vean completamente perdidos; terrible la idea de que la conciencia humana no sea sino un relámpago entre dos eternidades de tinieblas: pero no menos terrible es la idea de una persistencia sin fin. La eternidad nos ahogaría».Estos escritos de Miguel de Unamuno (1864-1936), en su mayoría inéditos en español, recogen las cuestiones que desde siempre despertaron inquietud en su ánimo: la inmortalidad personal,la esencia del catolicismo, las relaciones entre ética y ciencia o la naturaleza humana y divina de Cristo. Son también testimonio de las simpatías de Unamuno por el modernismo religioso y de su intervención en el debate suscitado por este, así como de su amistad con Giovanni Boine. De Miguel de Unamuno ha sido publicado en esta misma Editorial Nuevo mundo (21994).
Miguel de Unamuno y Jugo nació en Bilbao en 1864. Fue un hombre singular que tenía, además afán de singularizarse. Desgarrado por la angustia existencial y la pérdida de la fe, se esforzó en sus escritos por suscitar en los demás esas mismas inquietudes. En 1891 toma posesión de la cátedra de griego de la Universidad de Salamanca. Cultivó el ensayo, el artículo, la novela, la poesía y el teatro. Toda su obra constituye un corpus único con absoluta unidad temática y de estilo. Después de unos años de reflexión sobre el tema de España, son los conflictos religiosos y existenciales los que van a ocupar toda su atención: «Del sentimiento trágico de la vida», «La agonía del cristianismo, son creaciones que van en este sentido. Se entrega a la actividad política desde una ideología socialista (aunque muy particular). Su enfrentamiento a la dictadura de Primo de Rivera le costará el ser destituido de su cátedra y la condena al exilio. Después de la caída del dictador(1930), pone fin a su destierro y es recibido como símbolo de la lucha contra la opresión. Acoge favorablemente la república, pero pronto se siente decepcionado y el alzamiento del 18 de julio de 1936 cuenta con su apoyo, pero tampoco transige con los abusos del bando «nacional». Un incidente con Millán Astray provoca una nueva destitución de sus cargos y el arresto domiciliario. Muere de repente el 31 de diciembre de ese mismo año de 1936.