Georges Duroy, un ex suboficial que ha servido en Argelia, malvive en París con un empleo sin futuro. Tres francos con cuarenta céntimos es lo que tiene en el bolsillo al empezar la novela, lo que equivale «a dos cenas sin almuerzo, o a dos almuerzos sin cena, a elegir». Pero un fortuito encuentro con un antiguo compañero del ejército, que ahora es redactor político de un periódico influyente, va a cambiar su vida. Iniciado por su amigo en el periodismo, ese oficio de «quienes despachan la comedia humana cobrando por líneas», se encuentra de pronto rozando los círculos del dinero y el poder. Joven y apuesto, pronto se da cuenta que a través de las mujeres «se llega más deprisa»; ve, además, que, aunque no le sobren luces ni talento, lo importante para triunfar es «el deseo de triunfar». Buen Amigo (Bel-Ami) (1885) avanza a golpes de deseo y de ambición, «vanidad halagada y sensualidad satisfecha»: bajo su férula caen amantes, matrimonios, herederas y ministros. Maupassant dijo que su héroe era «un aventurero parecido a los que vemos cada día por París y que se encuentran en todas las profesiones existentes». Siguen encontrándose en todas partes, y por eso esta magnífica novela no ha perdido ni un ápice de vigencia.
Guy de Maupassant (Dieppe, Francia, 1850 ? París, 1893) fue discípulo de Gustave Flaubert y coetáneo de Émile Zola, y escribió más de trescientos cuentos y relatos. La publicación de Bola de sebo (1880) le mereció el reconocimiento en el mundo literario. Entre sus temas más tratados se encuentran la Normadía rural, la pequeña burguesía, la mediocridad del funcionariado, la guerra franco-prusiana, las aventuras amorosas y las alucinaciones propias (como en La casa Tellier o Los cuentos de la becada). Destacó especialmente en el género del terror, llegándose a equiparar con un maestro como Edgar Allan Poe. En estos relatos es notable la obsesión del autor por la muerte y lo sobrenatural (¿Quién sabe?, La noche o El Horla). También es autor de cinco novelas. Pasó sus últimos años aquejado de los problemas psicológicos, que ya lo habían acompañado a lo largo de su vida, y fue ingresado en un manicomio, con graves síntomas de demencia.