El amor. Esa bomba atómica que te explota el corazón. El desamor. Ese centro de rehabilitación inexistente. La vida. Ese no sé qué que no deja de pasarte y sucederte y para el que nadie todavía hoy ha creado un manual de instrucciones. Y tú, ese vehículo a piezas que a veces se descompone en un perímetro de diez mil kilómetros a la redonda con el fin de empujarte para recoger todos los pedazos y armar el puzle con más detalle, más amor y menos prisa. "A veces me he muerto" es mi puzle recompuesto con cinta adhesiva. Las piezas están un poco más arrugadas, manoseadas y dañadas. Verano me invitó a mirarlas de lejos. Me enamoré. Y tuve que desenamorarme para quererme bien. ¿Quién era yo después de él? Si nunca supe quién era antes.
14 de septiembre de 1990.
Ojalá me hubiera creído antes. Pero nunca es tarde y a mis 27 años empecé a escribir. Lo había hecho con anterioridad, pero nada de ver la luz, bajo llave y en el desván.
Crecí entre cabras, ovejas y leche fresca. Y aunque la vida me ha llevado a siete ciudades y cuatro países diferentes siempre quiero volver. Allí huele a casa y a «Güela», la madre de mi padre, que siempre la recuerdo. Ella me dijo que me sacara los demonios de la cabeza cuando le dije que quería ser artista, y sus razones tenía.