Don Diego de Torres y Villarroel, Gran Piscator de Salamanca, ha pasado a los anaqueles de la historia como un astrólogo enqueverizado y pícaro notorio. Así lo vieron, por ejemplo, Ramón Gómez de la Serna o el doctor Marañón, quien lo define como «un tahúr a quien su gracia sirvió de pabellón para las más innobles aventuras». Sin embargo, Torres Villarroel fue un hombre atormentado por la sombra de la Divinidad, y el mejor escritor de todo el XVIII español, dueño de una prosa dúctil y barroquizante, de gran plasticidad, y cuya primacía no han querido reconocer gentes como Borges, Azorín o el Padre Isla. A orillas del mundo no es más que un ensayo biográfico donde se trata de entender la obra y la vida -la vida a través de la obra, y viceversa-, de este hombre «mitad fraile y mitad ahorcado», autor de la primera autobiografía burguesa de la historia.
Manuel Gregorio González (Sevilla, 1970), ha sido articulista de opinión y crítico literario en el Sevilla Información y en El Correo de Andalucía, funciones que actualmente ejerce en el Diario de Sevilla y la revista Mercurio. También es autor del libro de semblanzas literarias Gran Sur, publicado por la Fundación Lara.
Diego de Torres Villarroel nació en Salamanca en 1694 y, a pesar de su vida andariega y cortesana, estuvo estrechamente vinculado a su ciudad natal, en particular a la Universidad. Hijo de librero, su padre lo empujó a la vida eclesiástica, que solo abrazaría en la madurez. A los veinte años se escabulló a Portugal y en 1718, ya de regreso, se graduó de bachiller en Artes y empezó su desempeño universitario. Ese mismo año publicó el primero de sus almanaques astrológicos, género que cultivaría de manera constante hasta 1766, casi siempre con el pseudónimo de Gran Piscator de Salamanca, y que le procuró fama, influencia y notable rédito económico. Residió en Madrid entre 1720 y 1726 y se relacionó con los principales círculos cortesanos. Durante esos años amplió y completó estudios médicos, pero no llegó a ejercer nunca esa profesión. Ganó la cátedra de Matemáticas a finales de 1726, aunque regresó reiteradamente a Madrid. En 1731, tras un episodio polémico que lo llevó a Francia, fue desterrado a Portugal, donde permaneció hasta su perdón a finales de 1734. En 1745 se ordenó de sacerdote. Como escritor, exploró géneros tan diversos como la poesía, el teatro, la hagiografía, la literatura epistolar, la devota, el ensayo, el tratado científico, la narrativa de ficción o el costumbrismo. En 1752 recopiló sus obras en catorce volúmenes de suscripción pública, encabezada por la familia real. Tras su jubilación de la Universidad siguió colaborando con esta y fue administrador de las propiedades de los duques de Alba en Salamanca, donde murió en 1770.