Nuestro mundo laboral es competitivo. Hasta hace unas décadas las personas encontraban en las empresas una fuente estable de ingresos a veces para toda la vida en organizaciones paternalistas. Hoy en día no sólo han de cambiar (voluntaria o forzosamente) de puesto de trabajo en bastantes ocasiones durante su carrera, sino que esto ocurre en un entorno inestable, `que cambia rápidamente, compitiendo con un gran número de personas muy preparadas, y en unas condiciones más exigentes en cuanto a presión, complejidad y dedicación al trabajo. Precisamente porque el trabajo ocupa, nos guste o no, una parte importante de nuestras vidas, los profesionales de las sociedades desarrolladas actuales se enfrentan cada vez en mayor medida con el reto de compaginar su trabajo con su vida y valores personales. Volcados en la carrera profesional, demasiadas veces dejan atrás sus sueños y aficiones, el cuidado de su salud y de sus emociones, resultando en paradójicos ejemplos de éxito profesional pero de fracaso personal. Y España, si cabe, es uno de los países desarrollados que dedica más horas al trabajo con una productividad más baja (reflejo de la también baja calidad directiva). Ante estas evidencias, se impone la necesidad de desarrollar la habilidad más importante para alcanzar el éxito (correctamente entendido como la consecución de los objetivos profesionales y personales) en la actualidad: el autoliderazgo. Si algo nos diferencia del resto de especies es la capacidad de analizarnos objetivamente (desde fuera) y la libertad para elegir nuestras acciones y actitudes, así como nuestras reacciones ante los acontecimientos. La carrera profesional y la vida personal son demasiado importantes como para dejarlas correr sin control, según qué viento sople.
