SNICKET, LEMONY
Y por eso rompimos, de Daniel Handler y Maira Kalman, es posiblemente la primera historia digital por entregas de una ruptura.(Episodio 7)Se acerca el final... ya solo quedan algunas cosas. Y tú estarás tumbado en la cama con el corazón destrozado, o eso espero.Esta botella. Me aseguraste que la habías encontrado en un lugar extraordinario y te creí, Ed, una botella de agua con sabor a nada, pero una nada mejor; la caja del cubicador de huevos, que utilizamos para construir un iglú relleno de caviar, aquí tienes la fotografía, parece increíble que lo consiguiéramos; y la nota que colgaba del toallero del hotel donde perdimos el sentido... y algo más. No sé por qué guardé esto, ahora carece absolutamente de sentido conservarlo.Ya termino. Y pasaré página cuando sepas toda la verdad de por qué rompimos. Cuando te lo haya entregado todo.
Lemony
Snicket, autor y narrador
de la serie, es un misterioso y elusivo escritor de quien Daniel
Handler es, según propia confesión, el «representante». De Lemony
Snicket se sabe a ciencia cierta que «nació antes que ustedes y es probable que
también se muera antes». De Handler, en cambio, se tienen algunos datos más.
Nacido en San Francisco en 1970, es un lector compulsivo y un consumado
acordeonista que, además, ha escrito tres novelas adultas: The Basic Eight, Watch Your
Mouth y Adverbs, esta última de próxima
publicación en Tusquets Editores. Autor de culto, que emplea la ironía e
innovadores formatos literarios para abordar los temas de siempre -la infancia,
el amor, las dificultades de la adolescencia- desde una perspectiva muy
personal, se consagró con el rotundo éxito mundial de la «Serie de
catastróficas desdichas», de cuyos tres primeros libros se hizo una adaptación
cinematográfica, con Jude Law y Jim Carrey en los papeles estelares.
Brett Helquist, nacido en
Arizona y con estudios de Bellas Artes en la Brigham Young University, es quien
ilustra esta serie. La deprimente tarea de ilustrar las tristes vidas de los
huérfanos Baudelaire le ha llevado a adquirir la costumbre de mandarse flores a
sí mismo, pero no parece servirle de mucho. Mientras tanto, sigue trabajando.