A lo largo de una noche Antonio escribe febrilmente una carta. La escritura y el relato intentan contener el dolor con que el abandono de Juanjo parece ir a aplastarle. Antonio escribe contra el amanecer su largo texto, interrumpiéndolo a veces quizá cuando el miedo ha saltado la valla para intentar la lucidez. Pero pronto claudica y vuelve al torrente central que le arrasa y le hace creerse a salvo momentáneamente. Antonio celebra un sacrificio, un conjuro para que vuelva Juanjo. Intuitivamente sabe que el único sendero es el descenso a sus propios infiernos, de los que sale una narración brillante y atrevida. La crudeza de las descripciones, la multiplicidad de ángulos haciéndolas más excesivas, de más relieve, el morbo que encierran, son los recursos para ahondar y reflexionar en temas de expresión sexual, más allá del género. Esa reflexión, esa especulación de cuerpos trenzándose generosamente, es el mayor acierto conseguido por Tomás Ortiz, que mereció con este libro el II Premio ODISEA de Literatura.