BOWEN, ELIZABETH
Elizabeth Bowen es una autora poco común. En una época y un contexto geográfico, el de la Irlanda de principios del siglo XX, en el que está a punto de desarrollarse el último acto de los conflictos que desembocarán en la Independencia de 1921, la sensibilidad de Bowen gira sobre sí misma para contemplarse en las aguas de la memoria. Narcisismo apolítico dirán sus críticos, y factor de hecho del relativo desdén con el que algunos círculos han recibido su obra. El valor de sus escritos, y muy particularmente de estos Siete inviernos, nos demuestra una vez más que, en distintas épocas, la humanidad repite sus cegueras. Si en todos los siglos el ruido de los héroes y sus luchas ha solido deslumbrar al novelista, en cuyas páginas acostumbra a circular el vendaval de lo importante, hay textos que perduran por fijar el que es a fin de cuentas el universal más invariable: el mundo íntimo del alma visto en este caso a través de los cristalinos y muy agudos ojos de una niña dotada de una precoz inteligencia estética. La colección de secuencias de esta obra entrega al lector una delicada serie de bordados, de encajes, de camafeos que se abren a un mundo perdido: el de todas las infancias. No es un libro melancólico, sino una asombrosa orfebrería del recuerdo. La delicada lámpara de Bowen ilumina además los rincones de una clase maldita en un siglo marcado por la emancipación marxista y su fracaso. Esa neoaristocracia profesional o esa burguesía ennoblecida, anteriores a los «felices veinte», aparece aquí retratada con la ironía y la ternura de quien la describe sin un objetivo ideológica preconcebido. Es una oportunidad única de asomarnos a las grandezas y miserias de esa élite culta que tanto ha desfigurado a veces el fogonazo de la literatura social.
Elizabeth Bowen nació en Dublín el 7 de junio de 1899. Cuando su padre empezó a padecer problemas mentales, en 1907, Elizabeth y su madre se mudaron a Inglaterra. Tras la muerte de su madre en 1912, se trasladó a Londres, a casa de sus tíos. Cursó estudios de arte, pero pronto se percató de que su talento residía en la escritura. Se unió entonces al círculo de Bloomsbury, donde hizo amistad con Rose Macaulay, quien la ayudó a encontrar editorial para su primer libro: Encounters (1923), una colección de relatos breves. A pesar de estar casada desde 1923 con Alan Cameron (con quien apenas tuvo trato físico), Bowen mantuvo varias relaciones extramatrimoniales, incluyendo una con el escritor irlandés Seán Ó Faoláin y otra con la poeta estadounidense May Sarton. Tras la publicación de su novela Al norte (1932), el matrimonio se mudó al número 2 de Clarence Terrace, cerca de Regent?s Park, donde Bowen escribiría Una casa en París (1935) y la que está considerada su obra maestra, La muerte del corazón (1938). En 1937 pasó a ser miembro de la Irish Academy of Letters. Durante la guerra y en los años inmediatamente posteriores, Bowen escribió varias novelas que retrataban el Londres asediado por las bombas y la pobreza, entre las que destaca El calor del día (1949, próximamente en Impedimenta). En 1948 fue nombrada Comandante de la Orden del Imperio Británico. Tras la jubilación de su marido en 1952, el matrimonio se mudó a la propiedad familiar de Bowen?s Court, en el condado irlandés de Cork. Allí fueron anfitriones de escritores de la talla de Eudora Welty, Virginia Woolf, Carson McCullers o Iris Murdoch. El matrimonio, sin embargo, pasaba por estrecheces económicas, y Bowen se vio obligada a sobrevivir dando conferencias en Estados Unidos. En 1959 tuvo que vender su casa, que sería demolida en 1960. En 1969, ganó el James Tait Black Memorial Prize por su novela Eva Trout, obra que fue seleccionada en 1970 para el Booker Prize. Elizabeth Bowen murió de cáncer de pulmón en 1973, en un hospital de Londres. Tenía 73 años. La enterraron junto a su marido, a las puertas de la iglesia de St. Colman, en Farahy, condado de Cork. Está considerada una de las más importantes narradoras en lengua inglesa del siglo XX.