Pantaleón preferiría estar calvo y tener otro nombre. Está cansado de que toda la clase se meta con su aspecto físico. Menos mal que cuenta con el apoyo de sus amigos y de doña Terita, que le enseña que no hay que fiarse de las apariencias y que no es tan difícil acabar con las burlas de quienes nos quieren poner en ridículo. Una historia sencilla en la que Pantaléon aprende que las palabras son el mejor medio para defendernos y demostrar lo que valemos.
Carmen Gómez Ojea es de Gijón. Allí, cuando estudiaba el tercer curso de Filología Románica en la Universidad de Oviedo, quedó finalista en el premio de novela convocado por el Ateneo Jovellanos, con < i > Las manos inútiles < /i > . A partir de ese momento obtiene otros galardones, como el de la Casa del Mar de Cádiz, el de El Entrego, el Tigre Juan, el Nadal con < i > Cantiga de agüero < /i > , el Una Palabra Otra con < i > La novela que Marien no terminó < /i > y el Carmen Conde de poesía con < i > En la penumbra de cuaresma < /i > .