Apenas parece posible imaginar dos filósofos tan distantes y diferentes en todos los aspectos de su vida y su comportamiento como Pascal y Kant que, aún así, hayan sido capaces de centrar su pensa miento y sus sistemas en las mismas ideas rectoras, respondiendo a dilemas idénticos con caminos de solución asombrosamente análogos. Dicha coincidencia queda sintetizada a la perfección en el paralelo que reina entre el argumento de la Apuesta y las fórmulas con las que Kant comienza y concluye la primera Crítica: la «restricción del saber para hacer sitio a la fe» y las preguntas por el conocer, el obrar y el esperar del hombre. En esa confluencia temática y metodológica se construye la más acabada sinopsis de una reflexión en la cual la delimitación del saber no sólo deja en claro la imposibilidad de aspirar a un estricto conocimiento sobre las dos cuestiones fundamentales que motivan los afanes humanos Dios y el destino final sino que también abre la puerta a una justificación razonable de la moral y la creencia que funda el obrar.