Nana (1880) comienza en 1867, el año de la Exposición Universal cuando París, tomada por una élite cosmopolita que se pasea, pomposa, por los bulevares, era la Ville Lumière, la víctima perfecta para Émile Zola, cuya extensa obra se halla vertebrada por la denuncia mordaz de la hipocresía y la corrupción moral findesiécle. El destino fatal de Nana, hija de la lavandera de La taberna y cortesana de belleza provocadora que triunfa en el teatro de variedades, es el de la burguesía decadente. La novela, incluida en la serie Les RougonMacquart veinte novelas escritas entre 1871 y 1893 en las que Zola traza, a través de una saga familiar, un fresco de la vida parisina en el último cuarto del siglo XIX, consiguió que Flaubert no pudiera articular nada más que entrecortados suspiros de admiración: «¡Capítulo 14, insuperable...! ¡Sí...! ¡Dios Todopoderoso...! ¡Incomparable! :..».
Nacido en
París en 1840, pasó su infancia en Aix-en-Provence, donde trabó una gran
amistad con Paul Cézanne. A los veintidós años entró a trabajar en la editorial
Hachette, empleo que abandonó en 1866 para dedicarse en exclusiva al periodismo
y a la literatura. Ya en 1864 había publicado un libro de tinte romántico que
cosechó un gran éxito: Contes à Ninon.
En 1867 saca a la luz su primera novela «naturalista», Thérèse Raquin, considerada en su momento littérature putride. En 1868 comienza el ciclo de los Rougon-Macquart, cuyas veinte novelas
concluyó en apenas veinticinco años. Condenado a un año de cárcel por su intervención
en el caso Dreyfus, en 1898 se exilia en Inglaterra durante once meses. En
1902, muere en París, asfixiado por las emanaciones de una chimenea.