Aquí el poeta habla a través de las calles, la noche, Wiracocha, de quien dice ser el hijo predilecto. Y en estos dioses se refugia, y su silencio se abre a una tradición que ve nacer en la lengua de sus ancestros incas: el quechua, cuyo contenido universaliza al desplazarlo a Gaza, Oriente, Estados Unidos, España alcanzando un misticismo al cual nos unimos porque
el dolor, la indignación y el silencio son el lenguaje de la contención, único medio capaz de desentrañar ?por vía de la ironía? la cruel y veloz destrucción de lo humano.