Este es un libro sobre las memorias y recuerdos de Astrid Lindgren, así como conferencias, pensamientos y reflexiones sobre la vida, y en especial sobre la infancia y la lectura. Un libro escrito para todos aquellos lectores que a menudo le preguntaban si sus personajes existieron de verdad, si los lugares que describía eran reales, o cómo nació la inspiradora y fantástica Pippi Calzaslargas.
Nos cuenta la historia de amor de sus padres, a través de la cual se refleja su capacidad para percibir lo bueno y lo esencial. También nos habla del inicio de su gran aventura: cuando, en una humilde cocina, escuchó por primera vez el relato de Bam Bam y el hada Viribunda, y descubrió, sin saberlo aún, que los libros serían parte fundamental de su vida.
Astrid Lindgren no podía vivir sin leer, ni tampoco sin escribir, y eligió hacerlo para «un público que puede hacer milagros»: los niños. Durante casi sesenta años, creó personajes inolvidables que forman parte de la literatura universal y que han marcado, reconfortado e inspirado a niños de todo el mundo. A través de su obra, probablemente ha hecho más por el estatus de la literatura infantil como género literario igualitario que ningún otro autor.
Escribir libros para niños no es un juego de niños, requiere creatividad, un compromiso incondicional y una gran sensibilidad y, sobre todo, una intención sincera.
También requiere facilitadores comprometidos: padres, profesores, libreros y bibliotecarios. A todos ellos va dirigido este libro
Astrid Lindgren nació en Näs, una granja de color rojo muy cerca de Vimmerby, en Suecia, el 14 de noviembre de 1907. Es una de las escritoras de libros para niños más leídas del mundo y ha sido traducida a 107 idiomas. Siempre estuvo del lado de la infancia, ese lugar que nunca quiso abandonar. A los niños les dio el poder de ser independientes y ellos siempre estuvieron de su parte. Durante toda su vida se opuso a la injusticia y se convirtió en una de las más importantes creadoras de opinión. Con 68 años escribió un artículo para el diario sueco Expressen, titulado Pomperipossa en Monismania, denunciando el sistema de impuestos sueco; la consecuencia fue la reforma de la legislación fiscal y la caída del gobierno de ese momento. Gracias a ella se promulgaron leyes como la que se aprobó en 1988 contra el maltrato animal, conocida como «Ley Lindgren» en su honor, o la de 1979 contra la violencia infantil, que nace de su discurso «¡Violencia, jamás!». Astrid Lindgren siguió subiéndose a los árboles durante toda su vida y nunca perdió la mirada de niña ni el humor.