Frente a quienes no son capaces de ver en la historia de la filosofía otra cosa que una serie de opiniones -que otros, menos benévolos, llaman necedad o extravíos-, Hegel levanta su propia concepción de ella como la historia de la búsqueda del pensamiento por el pensamiento mismo. Frente a quienes sostienen la vanidad del conocimiento filosófico, Hegel afirma que todas las filosofías son momentos necesarios en el desenvolvimiento del Espíritu. Crea así la primera historia de la filosofía que no se limita a exponer el aspecto externo, las vicisitudes de los filósofos y de sus filosofías, sino que hace ver cómo su contenido forma parte de la filosofía, en la filosofía misma. Este primer tomo contiene, a más de la exposición de su peculiar concepto de la historia de la filosofía, el principio de su aplicación a ésta. Así, después de una ligera ojeada a la filosofía oriental entra a la exposición de la griega, que deja en Anaxágoras, para proseguir con ella en el segundo volumen.
G. W. F. Hegel nació en Stuttgart, capital de Suabia, en 1770. Tras haber estudiado teología en Tubinga se ganó la vida como preceptor privado hasta que en 1801 se incorporó a la Universidad de Jena bajo la protección de Goethe, a quien fue fiel toda su vida. En 1807 se liberó de la absorbente influencia de Schelling al publicar La fenomenología del espíritu y ese mismo año empezó a trabajar como redactor en un periódico de Bamberg hasta su nombramiento como rector del Instituto de Núremberg en 1809. En 1816 pasó a la Universidad de Heidelberg y dos años después a la de Berlín, ciudad donde permaneció hasta su muerte en 1831. Es uno de los más grandes pensadores universales. Zubiri decía que Hegel representaba la madurez de Europa.