Elisabeth Vigée Le Brun (17551842) ha entrado con honores en la historia del arte como una de las retratistas más destacadas de su tiempo, y en particular su retrato de Madame de Staël, así como los muchos que dedicó a María Antonieta, han quedado como cumbres de la sensibilidad derivada de la de Rousseau, dentro del gusto por la Antigüedad clásica que caracterizó el siglo XVIII. Todo el mundo conserva en la memoria algunas de las piezas que la hicieron célebre, pero menos conocida es su trayectoria vital, que ya desde muy joven la enfrentó a las convenciones sociales y políticas de su tiempo, al pretender profesionalizarse y entrar en la Academia. Obligada a compaginar su formación artística con el trabajo remunerado debido a su prematura orfandad, su momento de mayor éxito, cuando la aristocracia parisina hacía cola ante su estudio, se vio inesperadamente truncado por la Revolución de 1789. Sin embargo, en un rasgo de carácter que la caracteriza muy bien, su pasión por la pintura la llevó a Italia y Rusia, donde no sólo internacionalizó su prestigio, sino que lo acrecentó. Geneviève Chauvel, una de las autoras más exitosas en el género de la novela histórica, ha reconstruido con minucia, con colorido y pulso firme, tina vida apasionante que, al mismo tiempo, retrata con precisión un momento cultural, las cortes dieciochescas y las rencillas entre artistas.