Jane era una muchacha que trabajaba esclavizada en una fábrica de dragones de hierro. Su vida constituía una pesadilla, pero tenía una esperanza: le parecía que había nacido con el solo propósito de robar un dragón algún día. Los oía gritar supersónicos por el cíelo, impulsados por cólera y gasolina. Sentía su tirón gravitacional, la estela sobrecalentada de su paso. Y se veía a lomos de uno yéndose lejos, lejos, lejos. Primero, no obstante, tendría que dominar el grimorio. Tendría que aprender cómo se manejaban los dragones. Finalista del Premio Mundial de Fantasía y del premio Arthur C. Clarke, y seleccionado por The New York Times como libro del año, La hija del dragón de hierro representa uno de los hitos más sobresalientes de la fantasía contemporánea.