A los cuarenta y dos años, sin «una mota de escándalo» ni otro motivo que «un ansia irreprimible de experimentar la soledad», Elsie Lindtner abandona a su marido y se va a vivir a una isla. Sólo dos sirvientas la acompañan («¿Cuándo se ha visto que una mujer traicione a otra?»), ningún criado: «No quiero ojos de hombre en mi casa, ya he tenido suficientes». En su retiro lleva un diario, escribe y recibe cartas. Tiene noticias de otras mujeres a quienes la pasión, la insatisfacción, la imaginación han conducido a la demencia, al adulterio, al suicidio. Ella tan sólo cree en «una irrevocable enemistad entre los sexos». Incluso del brillante arquitecto, más joven que ella, al que encargó su nueva casa, el único hombre al que secretamente ha amado, quiere verse alejada... ¿O quizá no? Cuando se publicó en 1910, La edad peligrosa fue un éxito internacional que convirtió a su autora, Karin Michaélis, en «la personalidad más comentada de Europa». Aunque sin nombrarla una sola vez, Michaélis se había atrevido a hablar de la menopausia, y había contado el caso de una mujer que toma decisiones difíciles, que es inconstante en las leyes del deseo, y que pretende crearse una intimidad fuera del mundo pero en la que el mundo, inexorablemente, habrá de intervenir.