Libro alrededor de la maternidad y el lenguaje: poemario que trabaja un viaje formal desde el verso clásico hasta el verso desparramado ordenado como el embarazo del ornitorrinco. Poesía contemporánea con un marcado uso del sonido y la forma.
La dulzura del ornitorrinco es el acto poético de dar vida, de nombrar las cosas a través de la violencia simbólica encarnada en el lenguaje y sus formas. Es la búsqueda, a veces desesperada, del ser. Es un acto de creación en su concepción más pura. El poema nace, aherrojado en el tiempo, en el acto mismo de ser nombrado. En palabras de la propia autora:
nace hecho de piel y duda, veintiocho días de gestación, diez de incubación y luego la intemperie.
A través de las páginas del libro, asistimos a la gestación (en tres movimientos), al alumbramiento y a la incubación de un universo en el que se dan la mano la vida y la muerte, el grito y el silencio, el tiempo y el olvido.
En la primera parte, durante la etapa del alumbramiento, Andrea explora el misterio de dar vida, el acto de nombrar las cosas, el milagro de ser origen y proyectarse más allá de una misma con violencia.
"decidí el óvulo,
el óvulo de las rapaces.
Ovípara me avanzo en sed abierta"
Pero en el acto de la creación a veces se encuentra el vacío, la interrogación:
"mi vientre escaso afila sin el hijo,
el eco natural sin el murmullo,
mi cría no me nace, descobijo."
Porque los poemas de este libro son una búsqueda continua de sentido, el único modo de entender el mundo a través de la sensibilidad y el juego de hacer versos.
"busco
mi letra en un papel, como si la palabra escrita fuese
cualquier cosa y mi hogar
(la letra en un papel)
la única certeza
donde poder salvarme."
Y en esta búsqueda del ser, surge la duda, el miedo:
"concédete la duda,
concédete la calma toda y calla
o quizá no. Concédete el aullido."
que cuánto miedo da la identidad si la parcelas
y cómo abraza el río conocido.
Y con el alumbramiento aparecen los límites de uno mismo, la frontera infranqueable de los otros, el contexto que nos crea y da sentido.
olores son los otros:
"la piel sin otra piel
solo es coraza."
A lo largo del poemario también hay espacio para el juego, para la futilidad de la adolescencia, para el recuerdo de la niñez que aún persiste.
"y y río como niña entre cristales,
ocultando en la oruga la caricia
de esta caja blanca y a deshora"
Y siempre el tiempo. Porque el ser, en el acto de ser nombrado, es creado en el tiempo, y así lo percibimos desde el instante del alumbramiento.
Andrea López Montero. Madrid, 1989.
Cursa Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, y se especializa en el área de la creación poética en el Laboratorio de Creación de Gonzalo Escarpa, Teoría poética con Mariano Peyrou e Intertexto y Poesía Latinoamérica e Ibérico Peninsular con Berta García Faet en la Casa Encendida. De formación multidisciplinar ha trabajado el concepto poético desde la Performance con Nieves Correa, la voz con Pilar Pintre o la Creación Experimental con Mr Perfume. Actualmente cursa el segundo ciclo del Máster de creación poética en la escuela Billar de Letras.
Tras participar en el Laboratorio de Creación Poética trabajó como gestora cultural en la Piscifactoría, coordinando el programa de prácticas.
Ha dirigido la revista cultural La croqueta, revista de aprovechamiento, junto a Camilo de Ory y fue semifinalista del III Premio Poesía Viva L de Lírica en la Zona Centro, organizado por Ámbito Cultural.
Actualmente forma parte del consejo editorial de agua, revista de poesía líquida, así como del colectivo Tiempo Inútil.
En 2020 publica su primer poemario, Intentar la casa, en la editorial Piezas Azules.