Los evangelios apócrifos descubiertos en la década de 1940 revelan la existencia de un judaísmo precristiano de carácter gnóstico y esotérico. Los judíos y los gnósticos cristianos fueron exponentes de una misma corriente de espiritualidad hoy en día diluida, cuando no desaparecida. Los manuscritos del mar Muerto son, esencialmente, documentos místicos. Parece ser que los autores esenios de los manuscritos, del 130 a. C. al 70 d. de C., al igual que los autores gnósticos de Nag Hammadi, ya en la era apostólica, experimentaron visiones de naturaleza esotérica, y que los manuscritos poseen un significado oculto: La biblioteca de Nag Hammadi, descubierta por dos campesinos que desenterraron vasijas de arcilla en 1945 en el alto Egipto, no fue publicada en inglés hasta treinta y dos años después porque hubo disputas sobre su posesión entre eruditos, políticos y anticuarios. Los manuscritos del mar Muerto, descubiertos en 1947 por un pastor de cabras en Palestina, guardados en vasijas de arcilla, desataron disputas similares. El primer equipo de analistas que tuvo acceso a ellos estuvo compuesto en su mayor parte por clérigos cristianos, ya que el material asustaba a los líderes de la Iglesia. Según muestra el doctor Hoeller en Jung y los evangelios perdidos, temían, y con razón, que los documentos revelasen información que desvirtuara las singulares afirmaciones de la cristiandad. De hecho, los manuscritos del mar Muerto y la biblioteca de Nag Hammadi contradicen y complementan a un tiempo el Antiguo y el Nuevo Testamento, tal como son aceptados en la actualidad. Basándose en las enseñanzas de la moderna psicología de las profundidades, Stephan A. Hoeller descubre las similitudes que hay entre las tradiciones secretas de los esenios y el misticismo gnóstico primitivo.