Gina, o «Ginalasuperantropóloga», como se burla de sí misma, es el nombre de la protagonista de esta extraordinaria novela que por su sutileza parece de otro tiempo, y por su escritura es muy actual. La identidad como un espejo múltiple, el deseo de escapar de aquello que es ya una carga, aunque antes fuera llamado «amor», y la imagen de una nación latinoamericana plural, a pesar de algunos, son parte de las ideas que la atraviesan. En ella, el costarricense Rodrigo Soto, uno de los autores más interesantes de la última literatura centroamericana, nos ofrece un retrato controvertido pero fiel de una mujer que es muchas mujeres. un retrato lleno de aristas, pero, por eso mismo, muy real. El amor y el sexo, el matrimonio y la amistad, la maternidad y la autosuficiencia son algunas de las palabras clave de esta memorable narración, que comienza así: «Juro que durante años me propuse ser una buena esposa. Quiero decir: una esposa leal, buena nota, valiente: tampoco una imbécil ni una víctima modelo. En mis adentros, ser esposa se relacionaba, más que con el amor de pareja, con la imagen idílica del hogar...». Y que no puede dejarse hasta el final.
Estudió filosofía y escritura de guiones cinematográficos. Ha publicado una veintena de libros en distintos géneros: novela, poesía, cuento, teatro, poesía infantil, ensayo y artículos periodísticos, entre ellos las novelas Mundicia, figuras en el espejo, El nudo y En la oscurana. Finalista del premio Casa de las Américas (Cuba) en la rama de cuento por su libro Dicen que los monos éramos felices y Premio Nacional de Cuento de su país en dos ocasiones por sus libros Mitomanías y Floraciones y desfloraciones. Sobre su trabajo, Soto ha declarado: ?Escribo porque no sé hacer otra cosa para conjurar el miedo. Pero esta es una evasión sutil: mitad huída y mitad enfrentamiento, fuga y careo. La escritura es una tauromaquia: el toro es el miedo, el escritor el torero?. Y también: ?Escribo historias porque la realidad estaría incompleta sin la fantasía?.