Mientras que los políticos y supervisores aseguraban que en España no había burbuja inmobiliaria, un grupo de bancos y cajas de ahorros vendieron sus promotoras a los grandes del sector. Dos años después, los gigantes del ladrillo (Martinsa, Reyal Urbis y Habitat) quebraron y se acabó el sueño del ciclo económico boyante. El sistema financiero español no tenía los productos subprime de Estados Unidos, pero estaba lleno de ladrillos más tóxicos que los americanos