JIANG HONG, CHEN
Cuando era pequeño, Han Gan adoraba dibujar. Sobre todo dibujar caballos, y siempre pretendía que parecieran lo más reales posible. Al crecer, Han Gan devino un extraordinario pintor, tanto que el emperador llegó a conocer su talento. Pronto se empezó a contar sobre él cosas extrañas. Se murmuraba que sus caballos eran más reales que los verdaderos, e igualmente, que su pincel mágico podía darles vida.