En 1847 comenzó la construcción de una línea férrea en el istmo de Panamá, un proyecto que superó todas las previsiones, tanto materiales y logísticas como humanas y morales. Barreras orográficas, enfermedades incurables, forajidos, etc., no sólo retrasaron el término de la obra y dispararon el presupuesto, sino que convirtieron en un drama el sacrificio de las personas seducidas por un atractivo sueño de prosperidad.