Aún recuerdo la primera vez que vi a Gervasio Sánchez, en otoño de 1997. Presentaba su exposición Vidas minadas, y quedé tan impactado por su obra que decidimos no solo apoyar su proyecto fotográfico sino a algunas de las víctimas de las minas antipersona que aparecían retratadas. Vidas minadas fue la primera de las muchas iniciativas en las que hemos participado durante estos veinte años de compromiso social en DKV y, gracias a la cual, a través de Gervasio, conocimos a otra persona clave del libro que ahora tienes entre las manos, Creadores de conciencia.Se trataba de Juanma Castro Prieto, con quien desarrollamos un exitoso programa, cuyo eje central era un diálogo entre sus obras y las del maestro Martín Chambi, con Perú de fondo. Veinte años después seguimos trabajando juntos. Gervasio y Juanma, más que colaboradores habituales y cercanos, se han convertido en buenos amigos. Su trayectoria y su obra han inspirado este libro, cuyo germen se remonta a marzo de 2015. Un viernes de ese mes lo último que hice antes de salir de la oficina para ir a recoger a mis hijas fue abrir un sobre de Jordi Nadal, editor y amigo. Dentro, tan solo una escueta nota «Josep, dos joyas y un fuerte abrazo», acompañada de esas «dos joyas»: la película La sal de la Tierra y un libro publicado por su editorial, La puerta abierta, de Hellen Keller. Considerada por Winston Churchill como la mujer más extraordinaria de su época, era ciega y sorda desde su más tierna infancia.No esperé ni un día para disfrutar del libro y la película. El mismo sábado por la tarde devoraba La puerta abierta y La sal de la Tierra. En la película, a través de la obra, la biografía y las entrevistas al fotógrafo Sebastião Salgado, se repasaban sus grandes proyectos, que, en buena medida, son las tragedias que ha vivido nuestra generación desde la hambruna de Etiopía de 1983. Película y libro me impactaron notablemente. En parte, porque hay bastante de mi vida en ellos. Como secretario técnico de Medicus Mundi, coordiné uno de los proyectos de ayuda de emergencia a Etiopía en 1983, donde enviamos un equipo de médicos y enfermeras españolas, en colaboración con Médicos Sin Fronteras (msf) Bélgica, que fue el embrión con el que pusimos en marcha msf en España años después.Seguí de cerca todo lo que sucedía en Etiopía. Desde la Coordinadora deongpara el Desarrollo lanzamos la primera campaña conjunta de captación de ayudas. El resultado fue un éxito y pudimos ejecutar tres proyectos; uno de ellos, el sanitario, a mi cargo. Recuerdo que mandamos supervisar el proyecto a un profesional experimentado y buen amigo, Oriol Vall. Para documentarlo, Oriol pidió que lo acompañase un joven fotógrafo, Eloi Codina. El informe y el material gráfico sirvieron para rendir cuentas ante nuestros miles de donantes.Ahí fui consciente de la fuerza de las fotografías a la hora de remover conciencias, pues en esa época todo el mundo quedó impactado por las bellas y durísimas imágenes en blanco y negro de Sebastião Salgado sobre la hambruna en el Sahel. Consiguió lo que Albert Camus proponía: «Sí, existe la belleza y existen los humillados. Por difícil que sea la empresa, querría no ser jamás infiel ni a la una ni a los otros». Tras repasar la trayectoria de Salgado y sus reflexiones vitales, la película acababa con un mensaje de esperanza y una llamada a la acción. En su caso, su compromiso durante las últimas décadas se ha centrado en la defensa del planeta, recogiendo lo más bello de la naturaleza y los grandes cambios que se están produciendo, así como su implicación directa en la recuperación casi milagrosa de las tierras de su padre. Esta última parte me toca muy directamente, pues desde hace años Salgado colaboro con la ong Plant-for-the-Planet, iniciativa que puso en marcha Felix Finkbeiner cuando tenía nueve años y que tengo la suerte que presidir en España. Por eso, el año pasado, cuando estaba visitando la selva de Yucatán, experimenté una vivencia muy similar a la de Salgado. Nuestra fundación está replantando con árboles autóctonos un espacio talado de más de 22.000 hectáreas en el que la vida regresa con toda su plenitud, al igual que a la finca familiar de los Salgado.Con todo este caldo de cultivo hirviendo dentro de mí, ese domingo 15 de marzo de 2015 tuve claro que tenía todo el sentido del mundo dedicar nuestro proyecto de dos décadas de compromiso social a reconocer y dar a conocer la labor de los fotoperiodistas españoles que han destacado en los últimos treinta años. El lunes tenía prisa por llegar a DKV y compartir la propuesta con Miguel García, director de Comunicación y Negocio Responsable. Miguel la recibió con entusiasmo y hoy podéis ver el resultado. La toma de conciencia precede a la acciónEl testimonio de los profesionales del fotoperiodismo tiene un doble efecto. Primero, limitando el impacto negativo de lo que narran. Por el solo hecho de estar allí, en muchas ocasiones se reduce el horror potencial de la situación. El segundo efecto es la capacidad de sus imágenes para acercarnos a realidades lejanas, ocultadas o incómodas. Nos las encontramos de frente, nos interpelan y nos hacen crear conciencia de lo que está sucediendo.En la primera reunión de trabajo con el fotógrafo y periodista Chema Conesa y con Juanma Castro Prieto para lanzar este proyecto, Chema me preguntó por qué DKV quería apostar por los fotoperiodistas. Yo compartí con ellos mis reflexiones, y Chema respondió: «Creadores de conciencia, este puede ser el título».Más allá de remover conciencias, otro motivo que nos mueve es el deseo de dar a conocer la obra de esta extraordinaria generación de fotoperiodistas españoles y paliar la deuda que todos tenemos con ellos. Sus imágenes nos acompañan, algunas nos marcan, las recordamos,pero no sabemos quién está detrás de ellas, ni siquiera su nombre.Por ejemplo, hace unos días leía una entrevista a Horacio Seguí, a sus ochenta y ocho años y con más de medio siglo de fotoperiodismo a cuestas. Él preguntaba a la periodista: «¿Por qué Barriopedro aún no tiene una estatua?». «¿Quién?», respondía la periodista. Y él sentenciaba: «El fotógrafo que se jugó la piel por todos para fotografiar a Tejero pegando tiros en el Congreso el 23-F».Esa es la realidad de imágenes fundamentales de nuestra historia. Los autores son grandes desconocidos, con poco reconocimiento; la mayoría viven en situaciones muy precarias y, en muchos casos, corren importantes riesgos. Gervasio Sánchez, con motivo de un premio que le concedieron a Manu Brabo, decía: «Cualquier tertuliano de cuarta categoría o columnista de sillón orejero cobrará más dinero por un tópico manido sobre la guerra de Siria que un fotoperiodista que la cubra sobre el terreno, a pesar de que este se jugará la vida para que los opinadores tengan, puntuales, las imágenes crudas en las que basar su análisis».Solo me resta dar las gracias a todos los profesionales de DKV por su excelente trabajo diario y su gran compromiso social, lo que nos permite atrevernos con proyectos como este. Muchas gracias al equipo de Alicia Ventura y a todo el Departamento de Comunicación y Negocio Responsable de DKV. Este proyecto, como la mayoría de los que merece la pena vivir, es fruto de la profesionalidady amistad de personas como Gervasio Sánchez, Juanma Castro Prieto, Jordi Nadal, Oriol Vall, Chema Conesa, Felix Fickbeiner, Miguel García, Alicia Ventura...A ellos y a todos los fotoperiodistas va dedicado Creadores de conciencia. Para ellos, estas palabras de Albert Camus:¿Quién dará testimonio a nuestro favor?Nuestras obras, ¡desgraciadamente!¿Quién si no?Nadie, nadie salvo aquellos de muchos amigos que nos vieron en ese instante del don en que nuestro corazón se entregaba por completo al otro.Los que nos aman, pues. Josep Santacreu, consejero delegado de