MARK TWAIN
Twain dejó escrito: «El producto más franco, más libre y más privado de la mente y del corazón humano es una carta de amor». Este epistolario inédito hasta ahora en español (que abarca desde el noviazgo de la pareja en 1867 hasta la muerte de Olivia «Livy» Langdon en 1904) revela no sólo la íntima parcela sentimental del genial escritor estadounidense, sino también el aspecto profesional de su carrera. En muchas de las cartas aparece el espíritu filantrópico del novelista, su sentido de la solidaridad y su hondo desasosiego por el ser humano. Pero, sobre todo, como bien señala Rubén Pujante Corbalán en su postfacio, la utilización maestra del humor es «el matiz que fluctúa en la correspondencia como testimonio de un estilo personal. Son las anotaciones humorísticas, los pequeños comentarios jocosos, los chistes y anécdotas graciosas los que amenizan la lectura de las cartas y despiertan la sonrisa y la carcajada complaciente del lector».
Cabe leer pues esta correspondencia como una radiografía de la vida de Twain, quien escribió en el prefacio a su autobiografía: «Me ha parecido que podía ser tan franco, libre y desinhibido como una carta de amor si supiera que lo que estaba escribiendo no iba a ser expuesto a ojo humano alguno hasta que yo estuviera muerto, ignorante de todo e indiferente».
Casi todo el mundo sabe hoy quien es Mark Twain, pero pocos saben que su verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens y que nació prematuramente en Florida, en el Estado de Missouri, en 1835. A los veinte años, tras haber sido tipógrafo en un pueblo del Mississipi, vagabundeaba ya por el Estado de Nevada en busca de plata, que jamás encontró, y a los 35, era hombre casado y célebre. Inquieto, aventurero y vital en su juventud, en la madurez, no contento con el éxito como escritor, cayó presa del afán de dinero, que le llevó a arruinarse en más de una ocasión y a alejarse de su mujer y de sus hijas. Su vida fue la de un hombre contradictorio, eternamente insatisfecho. Treinta y siete volúmenes ocupa su obra completa, lo cual nos indica lo poco que sabemos del creador de los inefables Tom Sawyer y Huckleberry Finn, compañeros inseparables de nuestra infancia.