Relatos cortos, textos y poemas.
Este ejercicio de romanticismo sucio en pequeños actos es un grito contra el artificio, contra lo superfluo, contra ese barniz con el que tanto nos empeñamos en cubrirnos para seducir al amante de turno, limpiamente, sin dejar huella. Pero también es un manual para no claudicar; para no dejarse arrastrar por el delirante ciclón fast-food que la propia sociedad impone barriendo todo resquicio de enigma, de singularidad, de magia que nos impulse a relacionarnos, pensarnos e imaginarios fuera de los dictados pornográficos del capital. Con todo, una brecha de esperanza articula este pequeño libro, más pensado para ser mordido que para ser leído, en ser pensado pero también en ser sentido. Los textos de Ana Elena Pena confirman que el sexo es esa dulce enfermedad de la que no dejamos de enorgullecernos día tras día hasta el hastío.
Ana Elena Pena es artista de revista (de sucesos). Murciana (de Calasparra, para más señas) y licenciada en Bellas Artes en la Universidad de Valencia, donde actualmente reside. Pintora e ilustradora en la línea del surrealismo pop con un toque naïf, agitadora de masas, de misas y de misses. Aparte de participar y organizar numerosas exposiciones, instalaciones, performances y todas esas cosas que no dan dinero, se vio obligada a realizar todo tipo de trabajos infames, como repartir cromos en la puerta de los colegios, maquillar actrices porno, impartir talleres a niños hiperactivos, promocionar cremas y aparatitos milagrosos antiarrugas y disfrazarse de monja para despedidas de soltero... entre otros.
Desde hace unos años, además de escribir, se dedica al cabaret musical en los cafés-teatro y demás espacios donde se pueda alborotar un poco, porque dicen que quién canta su mal espanta. Entre lo erótico y lo siniestro, lo sórdido y lo sublime, lo humorístico y lo trágico, se perfila como unaanti-vedette, con el pelo cada vez más corto, la falda cada vez más larga y la lengua cada vez más libre. Reivindica el encanto de la torpeza,y el valor de la ensoñación, y llora casi por cualquier cosa, porque el cuerpo está compuesto por un 70% de agua. Por suerte, el amor es como un patito de goma, siempre sale a flote.