El invierno unas veces arrastra periódicos por el suelo y otras llueve sin cesar sobre ellos diluyendo la tinta que acaba por los desagües o pegada a la suela de los zapatos mojados de atareados transeúntes. A Eladio no le gusta la palabra transeúnte porque le recuerda al jabón con olor a vieja de los centros de acogida, a patatas caldosas y psicólogos subnormales. Muchas veces, llevado por agentes de la policía local o por sus propios pasos que huían del frío casi sin consultarle, ha tenido que dormir en esa clase de antros; ha tenido que compartir su tabaco con tipos que le insultaban y esperar, en una jungla de ronquidos y calcetines sucios, a que amaneciera por fin y poder salir a la calle, humillado, con la raya del pelo bien hecha y un par de magdalenas en la mano.
Carlos Castán es licenciado en filosofía por la Universidad Autónoma de Madrid, ciudad en la que ha transcurrido gran parte de su vida. En la actualidad reside en Huesca, donde trabaja como profesor de enseñanza secundaria. Museo de la soledad (2000) es hasta ahora su última obra, tras la publicación de Frío de vivir (1997), que fue objeto de una excepcional acogida por parte de la crítica y que ha sido traducida a varias lenguas extranjeras.