La visión del juicio (1821), considerada «la mejor obra de lord Byron, con permiso de Don Juan», arranca con la parodia de un poema de Robert Southey donde el poeta narraba, con gran cursilería, el ascenso a los cielos del rey Jorge III. Pero una vez dispuesto el teatrillo paródico a Byron se le dispararon los poderes visionarios de manera que además de calcinar la reputación de Southey examinó la tramoya del poder, de la moral, del arte y de la ambición de su tiempo.
Completa el volumen una selección significativa de su lírica breve, donde recuperamos al Byron más romántico.
Lord Byron conoció la fama y el éxito en Inglaterra desde su primera publicación, lo cual no le libró de tener que exiliarse en Italia perseguido por las deudas, un matrimonio fallido y una acusación nunca probada (pero tampoco desmentida) de incesto. En Italia, Byron frecuentó al matrimonio Shelley, huido también de las deudas y del escándalo. Más tarde se les uniría el joven y enamorado poeta John Keats, del que también podría decirse que trataba de escapar de una enfermedad que no tardaría en alcanzarle. Es difícil precisar si es gracias a esta vida fugitiva o pese a ella que estos tres poetas y la novelista Mary Shelley conforman la segunda generación de románticos ingleses (tras el magisterio de Wordsworth y Coleridge), probablemente una de las cimas de la poesía occidental, y sin ninguna duda la generación más rebelde, incendiaria, carismática, innovadora y vital que el mundo ha conocido.