En un domingo de abril de 1945, Semprún, a los veintidós años, fue liberado del campo de concentración de Buchenwald por el III Ejército del general Patton. En otoño de aquel mismo año empezó a elaborar literalmente la monstruosa paradoja de haber vivido la muerte. Pero fue imposible. «Entiéndase», dice él en su discurso con motivo del Premio de la Paz (1994), «no era imposible escribir : habría sido imposible sobrevivir a la escritura. ( ) Tenía que elegir entre la escritura y la vida, y opté por la vida.» La escritura o la vida es, pues, no sólo la memoria de la muerte, sino la de todas aquellas vivencias pasadas y presentes -vitales, sensoriales, afectivas, intelectuales y literarias- que, al revelarse, al abrirse sin restricciones a la conciencia del autor, emergen cargadas de la emoción del reecuentro consigo mismo y enriquecidas por la reflexión. Semprún habría podido contentarse con escribir un testimonio. Pero eligió el camino de la creación literaria.
Jorge Semprún después de la guerra civil se estableció en París y, bajo el nombre de Federico Sánchez, militó en el partido comunista hasta 1964. En 1988 fue ministro de Cultura del gobierno socialista español. Toda su producción literaria está escrita en francés y casi toda ella es de carácter autobiográfico. Su única obra escrita en castellano es Autobiografía de Federico Sánchez (1977), con la que obtuvo el Premio Planeta.