Primeras décadas del siglo XVI. Las guerras, el hambre y la injusticia asolan Europa y por doquier surgen movimientos que sueñan con un mundo mejor. Los anabaptistas son los más radicales: viven en comunidades aisladas, se niegan a participar en la guerra y a pagar impuestos, rechazan la propiedad privada y el dinero, imponen la posesión comunal de los bienes... Sus doctrinas pronto se revelan muy peligrosas para los poderes establecidos.